martes, 16 de mayo de 2017

Lazarilla a la fuerza.

LAZARILLO A LA FUERZA

Al fin llegó la gran noche tan ansiada, en la que llegué al "campo de refugiados". A continuación os contaré a vuestra merced mi gran recorrido.

TRATADO I. El campo "trampa".
Tras pasar lo sufrido por el camino, llegué a un sitio en el cual se palpaba algo de paz. Lo que presenciaba ante mis ojos, era un "campamento militarizado", en el cual veía la angustia de la gente debido al increíble número de armas militares que estos llevaban, y que a la mínima te amenazaban con ellas. Cuando llegó la noche, vi la ocasión perfecta de escapar de aquel lugar tan amenazante.

TRATADO II. El campo "infrahumano".
Después de una larga caminata, llegué a un "campo" en que había un ambiente mucho más familiar, ya que allí había tiendas de campaña, en las que la gente se alojaba por pequeños grupos de unas seis personas, los cuales eran muy sociables y comprensivos a la hora de ofrecer alojamiento en sus tiendas, ya que estaban en la misma situación; también ofrecían la comida que podían permitirse, pero a todo esto, había que sumarle las malas condiciones higiénicas y saludables que en aquel lugar había. Una mañana, las fuerzas nacionales nos querían sacar de allí a empujones y gritos, lo cual hizo que mucha gente perdiera dinero y comida por el camino, y yo, ligera como una pluma cogí lo que pude y marché de allí tan veloz como una liebre.

TRATADO III. El campo "improvisado".
A continuación después de varios días caminando y alimentándome de lo que cogí prestado en el anterior, llegué a otro "campo". Parecía que no había sido bendecido, ya que, aunque la gente era muy acogedora, las condiciones de vida eran pésimas ya que allí nada había, y agua comida y salud estaban ausentes.

TRATADO IV. Otros campos.
Gracias a mi astucia de "jovenzuela" y a mis ganas de bien estar, seguí buscando y alojándome en campos en los cuales no duraba más de tres días, y así conseguí pequeños trucos para saber manejarme por todos los lados, y mi llegada y mi marcha de todos ellos, era constante.

TRATADO V. El campo "ciudad" y lo que acaeció después.
Al final conseguí llegar a un campo el cual era lo más parecido a una ciudad que había visto desde mi salida del país. Fue aquí donde todo lo malo se esfumaba, como las tiendas de campaña pequeñas, la comida en mal estado, la higiene en un río, etc... En aquel lugar pude ejercer diversos trabajos, los cuales había aprendido a desempeñar en mi trayectoria hacia aquí, pasando por muchos lugares distintos, para sacarme unas  monedillas y poder seguir viviendo en unas condiciones medianamente aceptables.
Acabé trabajando para una ONG que estaba allí , y ejercí como médico en prácticas para formarme y acabar llegando al país donde mi amado se encontraba.

jueves, 4 de mayo de 2017

LOCUS AMOENUS

Al fin llegamos al control policial mi padre y yo con la pena tan grande de haber perdido a mis hermanos en el trayecto. Allí se encontraban cientos de personas más a parte de nosotros, y tuvimos que estar un largo rato esperando la fila para al fin ser registrados. Era todo muy agobiante, ya que con la cantidad de gente que allí se encontraba y con las instrucciones que los guardias nos daban en su idioma, pensé que mi cabeza iba a explotar. Pero de repente no creí lo que mis ojos estaban presenciando...¡Mi amado estaba allí!. En ese momento rompí a llorar como las cataratas del Niágara, y la emoción que me conmovía fue terriblemente fuerte, y le grité desde la lejanía en la que que me encontraba...estaba tan bello que ni los ángeles podrían acercarse a su espléndida belleza.

Él me escucho en la distancia, y cuando se volvió hacia mi, inicio una carrera trepidante hasta que nos fundimos en un abrazo tan ardiente como la lava de un volcán. Me sentía libre como las flores del campo en la primavera. Cuando el abrazo terminó, volvió la pesadilla, y es cuando me dijo que a su familia les habían concedido asilo político en otro país, pero que desde allí harían lo posible por conseguirlo para nosotros también. Y fue entonces cuando acepté que ese era mi Carpe Diem, ya que no sabía cuánto duraría ese momento glorioso a su lado.

La separación fue muy dura, porque no sabía con certeza cuánto tiempo pasaría hasta nuestro reencuentro. Mi padre y yo, continuamos nuestro camino  hasta el campo de refugiados donde tendríamos que aprender a vivir como los demás, es decir, con nada. Una situación para la que ni los dioses estaban preparados. 

La desilusión se apoderó de mi y comenzaron a brotar lágrimas de dolor y desesperanza.

Vivo sin vivir en mi,
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.....