sábado, 25 de febrero de 2017

El diario de Stanbrook. Diario de un refugiado III.



“La Madre Gloriosa, tan ducha en acorrer
la que suele a sus siervos en las cuitas valer
a este condenado quísolo proteger
recordose el servicio que le solía hacer…”


Llegamos a Valencia y nos encontramos con unos amigos de mi padre, que igual nosotros, intentaban huir de esa situación. Pablo, que asi se llama el amigo de padre, nos dio un número de teléfono para llamar a un hombre que nos daría unos billetes para subir a un barco que nos llevaría a nuestro destino deseado.

Después, cuando por fin pudimos contactar con Juan (el traficante), nos pidió una gran parte del dinero que nos quedaba, y nos mandó a un apartamento, que estaba casi en ruinas, y había muchas otras familias como la nuestra. Mi padre le dió el dinero, y nos dijo que esperasemos allí hasta que volviese.

Pasaban los días y Juan no venía. El hambre, la suciedad y la enfermedad empezaba a crecer en aquel apartamento sucio y lleno de gente. Solo había un servicio para todos, y la gente empezaba enfermar. Una mañana, me armé de valor, y salí por una ventana a escondidas para buscar a Juan. Llegue al puerto, pero no le encontré por ningún lado. Aprovechando mi salida, compré alguna medicina, un poco de comida y agua para mi familia y la de Pablo.

Dos días más tarde, por fin, llegó Juan con nuestros billetes, y rápidamente nos fuimos al puerto para subir al Stanbrook. La fila era enorme, y lo peor, es que cuando estábamos a punto de embarcar, nos separaron en dos filas: adultos por un lado, y menores por otro. La angustia que sentí al separarme de mis padres, no quiero ni recordarla. Mis 3 hermanos y yo, nos pusimos en la fila que nos dijeron, llorando y gritando para que no nos separasen, pero fue inútil.

El barco en puerto está, pronto de allí saldrá.
Mis padres sollozarán, mis hermanos llorarán.
La triste separación, el viaje llegará.
Una gran desolación, mi corazón tendrá.


No hay comentarios:

Publicar un comentario